sábado, 26 de julio de 2014

Santa Ana

Me gusta tanto mi santo que sólo necesito despertarme para celebrarlo. Y el resto del día, por añadidura -oh, mi palabra-, se van sumando las felicitaciones más insospechadas. Al santo de una llegan desde todas partes, porque son días compartidos y lugares comunes. De tanto avisar, ya tengo a los cercanos concienciados de que es un día grande -y ejercen en consecuencia. Y en lo que va de día -en un artículo leído, un tweet recibido, una persona conocida, un mail felicitando- sólo he visto que regalos. Y tan agradecida que me voy a celebrarlo.

martes, 22 de julio de 2014

Los tímidos...

Interrumpen.
Tropiezan.
Nunca terminar de sonreir.
Se van.
              Lejos.
                            Muy lejos.
Exageran (sin exceso).

Extravío de la derrota

No sé dónde se ha quedado. Recuerdo que no hace mucho perdí. Y ahora va y no encuentro la derrota.

El arte de la guerra

Ha picado
el mosquito 
en primavera.
Sabe de miedo
y se adelanta
con arte
de la guerra:
susurra -zumba
Sun Tzu-
a la oreja.

Big data

El hombre quiere vivir sin datos, y la tecnología erre que erre, inventándoselos.

jueves, 17 de julio de 2014

Defensa de la última hora

He estado pensando que la última hora no tiene nada de malo. Pero me advirtieron, ya desde pequeña, que no dejara nada para ese momento. Y se equivocaron, y me equivocaron. Porque sí hay cosas que puedes dejar casi al límite, y se hinchan y vuelan, y te llevan consigo.

Podrían haberme dicho: Ana, los deberes no los dejes para el domingo. Que el viernes y el sábado se hacen trámites, y luego te queda un regusto amargo para el resto de la vida cuando llega esa tarde y todavía no tienes la tarea hecha. Y sobre todo cuando eres más mayor, que no sé por qué, la tarea es inmensa y diversa -como Cataluña-, y ese domingo se hace lánguido y lunes.

Creo que ni aquellos que lo dicen lo piensan, o es que ese pellizco de adrenalina jamás les ha estusiasmado ni una sola entraña. Menos mal que el estudio, por muy aplicado que sea, siempre pilla a una a contrapié, y le coloca a todo hijo de vecino una noche en vela con taurina. Y es ahí, oh, noche, cuando comprendes que la última hora tiene la fuerza de cien mil bueyes, la astucia de un ratón y un gato juntos, la esperanza de.. ¡Qué se yo! Me sirve la esperanza del mal estudiante, porque lo que espera, creyente, es el milagro.

Vive la mala fama aquel a quien la vida le dio talento para el minuto de gloria. Dejad lo de la hormiga y la cigarra, que la cosa va de correr como si no hubiera un mañana en el momento en el que el resto ya lo da por perdido. "¿Ahora?", dicen. "Es imposible", sentencian. Y no hace falta que surja desde la tierra o el fondo del mar. Ahí, en la sala de reuniones, o en cualquier lugar donde una toalla vaya a ser tirada, surge esa persona. La de la última hora. Echa el resto en los tiempos que ya nadie pensó que fueran fértiles y...

No, olvidadlo. No hay final feliz. Ésta no es la historia de un pelotazo. Os he dicho que la última hora tiene mala fama. Y es que el resultado es muy mediocre, apenas para salvar el día, las vacaciones o ese negocio. Pero se salva, y al hacer cómputo, baja la media, porque podría ser mejor, dicen los del pupitre ordenado. Lo que todos ignoramos, unos de otros, es que en algo, con alguien, hemos dignificado esa última hora convirtiéndola en una gran historia.

sábado, 12 de julio de 2014

La vértebra rota

He descubierto a Ramón de Campoamor por una vértebra. Casi lo paso de largo si no llega a darse una fractura. Desde la cama del hospital me ha recitado sus primeros versos, de memoria, entonados. Y se ha cumplido lo que describe Campoamor: "Los versos se agarran a la memoria de las gentes como los recuerdos de las personas queridas, y sean aquellos tristes o alegres son siempre inolvidables, como los sonidos de las campanas de nuestra aldea".

Dice Jaime Dubon que este poeta fue un despertador de espíritus dormidos, un educador del entendimiento. Y lo consiguió con esto:
- Infatigable fecundidad de su numen.
- Ternura singularísima de su alma.
- Maravilloso talento de observador.
- Estudio de los hechos y las personas.
- Feliz conjunción de un fondo profundo y repleto de ideas.
- Forma risueña, dudosa y burlona.

Dubon deja entrever que la gran desgracia de Campoamor fue su falta de desgracia. Ser un burgués, vaya. Estar felizmente casado, vaya. No ser atormentado y ser poeta, vaya. "Yo no me expreso, me vacío", dijo. "El desertor de todos los ejércitos".

La próxima vez que escriba sobre Ramón de Camponamor quiero hablar del amor en su poesía. Sobre el que escribe y ofrece todas las miradas: la joven e impetuosa; la vieja y sabia; la religiosa; y la de la norma. Todas ellas entremezcladas con gracia, burla y llaneza.

Después de Campoamor, en ese día de hospital, también conocí un poema de José María Gabriel y Galán: El embargo, que mi madre recitó con veneración:


Señol jues, pasi usté más alanti
    y que entrin tos esos,
    no le dé a usté ansia
    no le dé a usté mieo...
Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'ha muerto!
¡Embargal, embargal los avíos,
    que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
    y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
    ya me está sobrando,
    ya me está gediendo!
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
    y esa segureja
    y ese cacho e liendro...
¡Jerramientas, que no quedi una!
    ¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
    ni esa segureja
    ni ese cacho e liendro...
¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
    si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
    ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
    cuatro mesis vivo
    y una nochi muerto!
¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
    porque aquí lo jinco
    delanti usté mesmo!
    Lleváisoslo todu,
    todu, menus eso,
    que esas mantas tienin
    suol de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
    ca ves que las güelo!...


Se repite y no se repite: la poesía

La poesía se repite y no se repite. Le influyen las palabras, las escuelas, los avances y los retrocesos; el amor y su temperatura, la frecuencia del desamor y sus razones que, a lo largo de la historia, la razón no entiende. Y puede que cada vez el poeta haya leído más y más poesía, el río bebe de tantos libros que no hay dos poemas iguales. De eso se encarga la fuerza de la corriente y la siempre digna -y tierna- contracorriente. Quien llega hasta nuestros días ha realizado un paseo más largo. Atraviesa años y autores, y toda clase de armas y guerras. Se han formado mil veces los grupos, y luego se han desmembrado mientras se traicionaban. Aquel que iba solo ha seguido solo. Los silencios han sido los mismos, también el desasosiego. Pero nadie ha vuelto a decir eso como aquel. O lo ha repetido o lo ha creado.

lunes, 7 de julio de 2014

Azul crujiente

Leí con veinte años a García Lorca. No entendí nada y arrinconé su poemario, que ha saltado de caja en caja hasta quedar en la estantería, listo para el momento preciso. Fue un error empezar con Romancero gitano. Ahora, ya avisada, voy poco a poco, con Poeta en Nueva York. Por ahora, de las cosas que voy leyendo, anoto estas frases que son como paisajes:
  1. "Sudores sin fruto".
  2. "Norma de amor".
  3. "Mariposa ahogada en el tintero".
  4. "Moneda de enjambres furiosos". (No me digáis que no es eso cualquier bolsillo o una ciudad en concreto).
  5. "Universidades sin tejados".
  6. "Azul crujiente". (No sé ni qué decir).
  7. "Madejas de los caracoles".
  8. "No ha cruzado nunca un sueño".
  9. "Los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo". 

Intelijencia

Reconozco que llevo poco tiempo detrás de él. Captó mi curiosidad cuando me enteré de que los de su generación le llamaban Miss Poesía. Unos capullos, pensé. En cambio Juan Ramón Jiménez, con sus horarios de trabajo diario tan exactos pero holgados; sus minutos dedicados al envío de paquetes a su madre y hermana; o sus noches de estudio de otros idiomas, me pareció una persona interesante. Y de repente, tan pulcro, sale con eso de la jota. Todos necesitamos romper cosas, para decir que no soy esa, ni aquella, que soy yo. Pues él es su intelijencia.

Las razones por las que voy a seguir adelante son suyas:

"¡Qué ternura tiene el pobre
sol para las hojas secas!"

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"Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y fragancias
y amor en las avenidas
a la sombra de las ramas".

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"¿Tienes una ilusión que cantar al olvido?
¿una nostaljia eterna que mandar al ocaso?
¿un corazón sin nadie, tembloroso, vestido
de hojas secas, de oro, de jazmín y de raso?"

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"No sé con qué decirlo,
porque aún no está hecha 
mi palabra".

Y, de repente, en medio del vagón, me encuentro con esto. Lo leo, y lo dejo para luego. Lo vuelvo a leer:

POEMA
"¡No le toques ya más,
que así es la rosa!"


Y acabo, bueno, acaba él:

"Quiero quedarme aquí, no quiero irme
a ningún otro sitio".