domingo, 27 de junio de 2010

Alicia en el País de las Maravillas

Le pido a la ficción que me rescate, que viviendo donde vivo, que pasando los días como hojas, me saque de un mundo y me meta en otro. Que haga la luz o la oscuridad. Un cambio de calles, de palabras.

Le suplico que jamás se convierta en realidad. Yo necesito tener donde escapar.

sábado, 19 de junio de 2010

Gracias

Yo no sé de qué estarán hechas las expectativas del resto, pero a mí me sirve que tú me leas. Es suficiente y demasiado.

jueves, 17 de junio de 2010

Disculpas

Que me perdone uno de mis sueños. Hasta hoy no había vivido con la certeza de que se iba a cumplir. Ahora entiendo porqué no había esperanza; de ahí la nostalgia.

lunes, 14 de junio de 2010

Aconsejar es de humanos

Cada vez que hago una advertencia, me siento una Bucay o Coelho barata, gratuita. En el fondo, al final, siempre sabemos que no sabemos, o que acumulamos pequeñas vivencias propias que sólo sirven a quien las hace. Y es en esos pasos que voy dando de vuelta a mi casa, después de hablar en una cafetería, después de aconsejar con rotundidad y vehemencia, que recuerdo una frase leída en una entrevista: "El consejo es inmoral".

martes, 8 de junio de 2010

Un viaje sin vuelta

Recién llegado del viaje se sentó en una silla. Desde los miembros del servicio, apoyados en las paredes de la sala, hasta su mujer, que tenía entrelazadas sus manos con las de él, escucharon en silencio cada detalle del relato. Ulises se levantaba de la silla para simular las olas que habían hecho añicos aquel barco mercante, cerraba las manos y apretaba bien los puños para demostrar cómo de feroces eran las batallas que tuvo que librar para volver con vida. No derramó ninguna lágrima. Todas sus narraciones estaban llenas de fuerza, rabia y coraje.

Penélope permanecía callada, siguiendo con su mirada todas las hazañas de aquel que parecía ser su esposo. A veces centraba la vista en su pelo, una telaraña que ella tendría que desenredar. En ese momento, y con gran discreción le hizo unas señales a la criada para que dispusiera el baño. Mientras tanto, Ulises, ajeno a toda indicación seguía enfurecido, poniendo voz a todos los enemigos que uno por uno había ido matando. Para sí mismo no guardaba ninguna palabra, sólo informaba de cómo había actuado. “Un terrible guerrero, sin duda”, pensaban todos los allí reunidos. El perro, que le devolvió su identidad, ahora ladraba, alarmado por los aspavientos de su viejo y nuevo dueño.

Cuando parecía que se iba a hacer el silencio, otra vez volvía a las batallas, a las pesadillas de ese largo regreso. Hizo falta toda una noche para que Penélope reconociera que su esposo había perdido la razón. Nunca más pudo acallar esa odisea hablada, ni siquiera en el baño que le dio de madrugada.

lunes, 7 de junio de 2010

viernes, 4 de junio de 2010

jueves, 3 de junio de 2010