lunes, 1 de abril de 2024

Galilea

​«Todo nuestro miedo está relacionado con el amor». San Hilario. 

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«La vida está hecha como las olas del mar», me ha dicho Paco. Ha seguido hablando: «Y la tierra no es para cualquiera, es para gente dura, y todo lo que le das, te lo devuelve».

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El sufrimiento habla de otro alfabeto. 

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«Quien quiere quiere», y así ha zanjado don Jorge muchos meses y personas.

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Hoy murió san Juan Pablo II. Revisando algunas de sus palabras me encuentro con su salvaje «Dios siempre puede más». 

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Cuando sabes cómo mira, cuando sabes su mirada, ¿dónde irte? ¿En qué ojos esconderte? 

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Levantarme e ir a trabajar, seguir buscando restaurantes que sirvan manzanilla fresquita, comprar libros que no leo, intentar acabar los que tengo empezados, descubrir una canción nueva, ordenar la casa, el maletero del coche, mi despacho. Hacer como si todo no hubiera pasado. 

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Si vuelvo, si doy un paseo por los recuerdos, si un día sigo una miga de pan en la nostalgia, que encuentre un monumento, un poema, algo construido con espera y gratitud, que encuentre un tesoro de verdad.

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Qué bien escriben otros, qué bien, incluso de mí, mejor que yo, dicen lo que quiero decir sin querer. 

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¿Cómo dormir a la luz de otro?

viernes, 1 de marzo de 2024

Flor de almendro

​Empieza marzo con todo cumplido. Ha habido antes de tiempo un exceso de primavera: silencio, amigos, familia de amigos, poesía, Chesterton y John Senior.

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Aprender de cosecha en cosecha supone contemplar el error. 

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Hacía un año que le debía un poema a Santa Rita. Fue buena y yo tarde.

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Vuelvo a C. S. Lewis. Hacía tiempo que no hablábamos, viejo amigo.

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El amor siempre da como resultado la belleza. 

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Mañana empieza otro día y saldré a buscar mi incertidumbre, escondida, juega a la calma y al sobresalto. 

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No sabía que perdería cada día la misma batalla. 

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Los pasos de Semana Santa dejan frases preciosas: «Ese es el Amor», «ahí está el Silencio», «el Amor y el Silencio salen juntos». Y el corazón va a saltos. 

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¿Cuántas veces estamos llamados a pedir que se convierta el agua en vino? Y al día siguiente me respondo: ninguna.  Es un asunto de la Madre y el Hijo, a ellos corresponde el milagro.

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Dios me conoce

pone barro en mis dedos:

«Aprende a perder».

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Que tus amores te quieran.

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He perdido algo, no sé qué. He perdido a alguien, no sé a quién.

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Las migas, disimuladamente, por la ventana. También a los pájaros les gustan las sorpresas. 

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Para tu miedo, el mío

más frágil, más cobarde.

De huidas y errores,

los míos, como castillos.

Ojalá tropezar contigo,

y así aprender, por fin

a equivocarme. 

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De repente el parque ya no es tan emocionante. Salir a jugar parece cosa de otra época, el tobogán apenas ofrece velocidad y el columpio te permite dejar los pies en el suelo. El grupo ya no está al completo y todo parece pequeño.

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He vuelto a coincidir con Amparo. Esta vez visitábamos un campo de kiwis. Ha sido una mañana maravillosa por dos cosas: primero porque nos hemos convocado para una merienda y una vuelta por la huerta; segundo porque Amparo siempre dice verdades y bellezas como esta: «Los agricultores siempre mirando hacia arriba». Me ha traído media col blanca, para que haga una receta que me dio. «Mitad para ti, mitad para mí», y así me ha llegado un regalo este lunes santo. Y ahí la tengo, macerando con su combinación de limón, ajo y pimentón de la Vera.

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Preparad las torrijas: pan, tiempo e intemperie.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Santa Rita et Deo gratias

Me diste el mejor abrazo,

Santa Rita, tú

atendiste mis plegarias

cruzaste los caminos

con una ternura de santa

que no se cansa

de los amores imposibles.

jueves, 1 de febrero de 2024

Tiempo y paciencia

Pedí tiempo y paciencia, es decir, dos veces tiempo. 
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Acogerse a sagrado es propio de poetas, dice Jesús Cotta. Es la rama más firme, donde una sabe cantar con voz prestada. «La lumbre», repica Jesús, y entro en calor.
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Cada poema cae, como un fruto, a su propia estación.
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Hemos estado hablando de ‘Esperando a Godot’. Es la primera vez que comento un libro de teatro. Me gusta asistir a conversaciones y ser la que menos sabe, mi cabeza se concentra y, a mi corazón, como al de Jesús Cotta, lo levantan águilas. 
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Me habló de un sabor metálico y una desesperación desconocida. Mientras aplaudo a los ganadores, preparo mi ceniza.
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El tiempo es un buen conversador. 
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No imagina el poeta hasta qué punto dará de comer al hambriento y de beber al sediento. 
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Mañana fue un día hermoso, tocado por la delicadeza de Dios, tierno en sus despedidas, hierro en medio del más completo abandono. 

lunes, 15 de enero de 2024

Frío y frágil

Estaba enseñando unos campos de naranjos y hemos hechos varias paradas, han ido cogiendo muestras de la fruta y nos hemos despedido. «Que lo piense y nos diga», ha dicho uno. «Eso, habla con tu padre y nos dices», ha añadido otro. 
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Mientras voy conduciendo escucho a Soleá Morente y el Torta. Los árboles están creciendo, veo unos cuantos con fruta. Pequeños, algunos dan todo lo que tienen. 
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El invierno es algo frágil, de temperatura escasa, de necesidad de abrigo. 
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Voy en el autobús dirección a Sevilla escuchando ‘Se nos lleva el aire’ de Robe. Hay discos para andarlos, este es uno de ellos, me gusta escucharlo mientras camino sin dirección. Unos pájaros se han suspendido al lado de mi ventana. Mientras avanzaba el bus, ellos planeaban. Sólo eran las ocho de la mañana y ya eran capaces de volar.
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Sé que no merece la pena lo que escribo, pero eso no es importante. Es este enero el que estoy contando. Podré decir mejor mañana que hoy, pero eso no es importante. 
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«Paciencia, paciencia, paciencia», me dice Amparo, una señora mayor que va conmigo en el autobús. La conocía de otro viaje de agricultura. Es una verdadera alegría volver a verla. Le gusta la cultura japonesa y eso me hace gracia. Hace años que no nos vemos. La veo más menuda, ha pasado el tiempo y la noto más serena. No se lo digo pero ahora me parece un poco japonesa. Ha cambiado el remolino de su carácter por cierta pausa. Le he dicho que vea ‘Perfect Days’, sé que ahí encontrará «paciencia, paciencia, paciencia».  
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«Les doy tanto cariño que las mato», en esas anda Amparo con las peonías. Recordaba su afición por la huerta y el jardín. Cuando la conocí Amparo me contó que tenía casi todos los árboles de los frutos que le gustan en su casa. También se subía al tractor con su marido cada día y salían a trabajar su huerto de alcachofas. En aquel viaje hacía poco que él había muerto. Hoy en la conversación no se acordaba de otros compañeros de la formación, pero sí de que entonces hablamos de que él ya no estaba.
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Últimamente me interesan cosas insignificantes, me interesan mucho. 
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El olivo me dice que le da igual la tierra, su inclinación, su dureza, la sed. Sólo pone como condición el frío.
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Es de un pueblo cerca de Gandía. Ella y su marido compraron tierras poco a poco, plantaron uno a uno los naranjos. Es la hora de comer y me ha tocado al lado de ella. Le pregunto cómo era entonces ver crecer con tanto esfuerzo todo. La conversación se va a temas más técnicos: variedades y tratamientos. Le pido que me diga algo fundamental o que haya aprendido después de tantos años para aplicar a mis árboles. «Hemos sido muy felices», responde. 
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«No os entretengáis»… No pienso hacer otra cosa. 
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Acaba la misa y las monjas vuelven de la iglesia a la clausura como una banda de estorninos.
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He pasado unos días con agricultoras. En un primer momento he pensado que tienen una ingenuidad muy bonita, pero no es eso. No son ingenuas, en el campo no se puede ser ingenua. Pienso, que de ser algo, tiene que ser una virtud fuerte, la que se queda pese a todo.
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El amor asfalta. Ve una distancia y hace un camino, a fuerza de ir va pisando una ceguera -no lo veo- que convierte el tiempo en paseos y el sendero en promesa.
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Entiendo el pájaro en mano, sobre todo lo entiendo cuando son ciento volando, pero no son ciento, soy yo.
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En la sala de espera hay un paisaje montañoso de laderas verdes y un lago que ocupa el centro de la pared. Los picos están nevados. Las sillas tapan la parte de abajo. Parece una buena idea para la sala de radioterapia de un hospital. Sin embargo, aquí sentada, parece todo más artificial de lo necesario.
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Qué falta de fe tanta tierra. 
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Hacerse a un lado con el coche, parar, -¡oh, paradoja!- para que un poema no pase de largo. 
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Cuando crezca el río
perderé mi casa.
Al filo de la ladera,
ladrillo provisional.
Sabía que no era sitio
para tanto sueño.
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El café es la sangre de la mañana, va dejando rastro de que nos levantamos. 
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También yo he querido ser poeta antes de los poemas.
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Tiempo de espera, tiempo de poema.
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Algo haremos con cuidado. Si no es cocinar, será elegir el café o el sitio con las mejores almendras fritas, buscar con paciencia aceitunas prietas para un día en la vida desayunarlas sobre pan fresado. Sé que una obra, mínima, quedará acabada o a medias, algo me dará todas las oportunidades.

martes, 10 de octubre de 2023